jueves, 7 de julio de 2011

La cita

Él llevaba en su mano una rosa. En su cara, una leve sonrisa se iluminaba con el sol, mientras que sus piernas, temblorosas, tropezaban al andar. El día de la cita había llegado, y al lugar de encuentro él se acercaba. No quería hacerla esperar, sabía que a ella le gustaba la puntualidad. La vasta pradera, de verde intenso, se asomaba ante sus ojos y la gente, al igual que él, llevaba flores en las manos.  Sin buscar la encontró, y con una mirada, se arrodilló junto a ella. Habló, lloró y rió, sin esperar una respuesta. Pero el sol se escondía y ya la cita terminaba. Al despedirse, posó sus labios sobre la piedra fría y se alejó, escondiendo una lágrima. Tras su espalda, la rosa descansaba junto a la lápida.
(por Valentina Pendola)

Enamorados

Estaba casi dormida cuando de pronto sonó el teléfono.
-¿Hola? Y un silencio. Lo reconoció a pesar de no escuchar murmullo alguno. Podía sentir su aliento, su perfume, su alegría. Sabía que no cruzarían palabras y supo entonces que aquel día había llegado. Una sonrisa, de esas que llenan el alma, se asomó en su rostro, y entonces una lágrima cayó. Luego otra y así vinieron miles hasta no detenerse. Cuando despertó la habitación estaba inundada, y entonces sonrió y supo que estaba con él.
(por Constanza Pendola)

Ruleta Rusa

Tomó la pistola y jaló el gatillo. Nada nuevamente. Defraudado, se fue a la cama a la espera del día siguiente. Su rutina continuó igual: desayuno, trabajo, almuerzo y trabajo. Al anochecer, la llegada a  casa con la misma soledad que reinaba en su vida. Tomó la pistola y jaló el gatillo. Esta vez la bala salió, depositándose en su sien y cumpliéndose el destino y final que anhelaba.
(por Valentina Pendola)

Lentejuelas

Todas las noches, cuando su madre se iba al trabajo, Javier entraba a su pieza introduciéndose en el espacio imaginado de sus sueños. Tacones, vestidos y lentejuelas disfrazaban al niño, quien se sentía más él que nunca. El espejo simulaba ser su príncipe azul, quien recibía los más fogosos besos, quedando empapado de lápiz labial. Ya de madrugada, Javier guardaba las lentejuelas para nuevamente, con camiseta y pantalón, recibir a su madre y recostarla en su cama.
(por Valentina Pendola)

El regalo

Con cara de confundida cogió el pequeño sobre rojo que estaba bajo la puerta de su piso. Al entrar tiró las llaves y prendió la calefacción. Sin apuro se hizo un café, de grano, uno colombiano. No se lo bebió ya que sólo le gustaba el ritual de hacer café. Se sentó en su sillón rojo, su favorito. Se acomodó en él y con cara de confundida abrió el sobre, y un grito que podría haber roto cristales, salió por su boca.A la mañana siguiente Marta tomaba sol. Su mano izquierda tocaba la tibia arena blanca mientras que su otra mano sostenía una piña colada. Esta sí se la bebió.
(por Constanza Pendola)