jueves, 7 de julio de 2011

La cita

Él llevaba en su mano una rosa. En su cara, una leve sonrisa se iluminaba con el sol, mientras que sus piernas, temblorosas, tropezaban al andar. El día de la cita había llegado, y al lugar de encuentro él se acercaba. No quería hacerla esperar, sabía que a ella le gustaba la puntualidad. La vasta pradera, de verde intenso, se asomaba ante sus ojos y la gente, al igual que él, llevaba flores en las manos.  Sin buscar la encontró, y con una mirada, se arrodilló junto a ella. Habló, lloró y rió, sin esperar una respuesta. Pero el sol se escondía y ya la cita terminaba. Al despedirse, posó sus labios sobre la piedra fría y se alejó, escondiendo una lágrima. Tras su espalda, la rosa descansaba junto a la lápida.
(por Valentina Pendola)

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