Estaba casi dormida cuando de pronto sonó el teléfono.
-¿Hola? Y un silencio. Lo reconoció a pesar de no escuchar murmullo alguno. Podía sentir su aliento, su perfume, su alegría. Sabía que no cruzarían palabras y supo entonces que aquel día había llegado. Una sonrisa, de esas que llenan el alma, se asomó en su rostro, y entonces una lágrima cayó. Luego otra y así vinieron miles hasta no detenerse. Cuando despertó la habitación estaba inundada, y entonces sonrió y supo que estaba con él.(por Constanza Pendola)
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